martes, 27 de noviembre de 2012

Slow twitters para una red difusa / Mauricio Botero Montoya


La sensibilidad del siglo XXI ha preferido la concisión para expresarse, tal vez por que ella no agobia con sus puntos de vista sino que nos sitúa, enseguida, en su punto de ojo, en el sextante que mide el horizonte. Esto lo comparte la física: Einstein expuso en cinco hojas la teoría de la Relatividad.
El Slow Twitter, transgénico del aforismo, y la inmediatez, fluye en el cerebro de la Red. Confluyen en él desde los alusivos y elusivos haiku orientales como el de Basho, "Incluso en mi ciudad duerno ahora como un viajero" hasta los cuentos y aforismos de Kafka, Borges y Monterroso, "Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba alí".
El cine acortó la prolijidad descriptiva de la literatura. El Slow Twitter supone además una compleja tradición verbal, visual, y electrónica. El tuitero señala una estrella y no es responsable si alguno sólo se queda mirándole el dedo.
No faltará el que prefiera la explicación pedagógica minuciosa, a la brevedad. Y en la tolerancia literaria siempre habrá alguien que confunda grandeza con tamaño y que pretenda hacer discursos en un  edificio en llamas.
Los latinos, refiriéndose a las horas, escribían en el reloj: Omnia vulnerat ultima necat, Todas hieren la última mata. Ahora, con menos carga dramática, en un cementerio londinense un flemático epitafio declara: "No comments".
En Oriente el cultivo milenario del Bonsái condensa una gran vegetación en una obra de precisión de increíble hermosura. Aun cuando el patán cuantitativo se lamente por la miniatura del árbol.
El Slow Twitter no pretende convencer a nadie de nada. Sustituye el fárrago por la quinta esencia.




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